Ansiedad Social y Competencia Emocional

Articulo de Clínica Centro el 11 de Noviembre de 2019 Psicología

La psicóloga María Patricia Quintela Vázquez reflexiona en este artículo sobre la ansiedad social y la competencia emocional.

La capacidad de actuar en consonancia con nuestras propias emociones

 Cuando un psicólogo o psicóloga habla de ansiedad social se está refiriendo a uno de los tipos de trastornos de ansiedad más prevalentes en psicología, situándose entre el 3,9 y el 13,7% en los países europeos, y por lo tanto en nuestro entorno inmediato Santiago de Compostela y Galicia,  entre los adolescentes y los adultos jóvenes (Beesdo-Baum et al., 2012). La edad de inicio habitual se sitúa entre los 12 y los 18 años. Sin embargo, es preciso resaltar que aproximadamente un 30% de los casos comienza antes de los 10 años (Caballo, Salazar, Garrido, Irurtia y Hofmann, 2018). 

 Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-5; American Psychiatric Association, 2013), la ansiedad social se podría definir como un miedo duradero e intenso experimentado por una persona al exponerse a la observación de los demás. Este miedo provoca un malestar clínicamente significativo e interfiere negativamente en uno o varios ámbitos de la vida cotidiana. 

 En esencia, aunque se han propuesto diferentes clasificaciones, los estímulos temidos podrían incluirse en tres grandes grupos:

 1. Interacción con otras personas (iniciar y mantener conversaciones, relacionarse con personas nuevas, hacer y rechazar peticiones, expresar desacuerdo/crítica/disgusto, hacer y aceptar cumplidos, mantener las propias opiniones)

2. Ser observado por otros (comer/beber/trabajar delante de otros)

3. Actuar ante los demás (hablar en público, tocar un instrumento musical, participar en una obra de teatro).

 Al anticipar o exponerse ante las situaciones fóbicas se produce una intensa respuesta de ansiedad con componentes de tipo fisiológico (sudoración, aumento de la tasa cardiaca, tensión muscular, molestias gastrointestinales), emocional (sentimientos de vergüenza y humillación, soledad, tristeza, sensación de angustia y despersonalización), cognitivo (pensamientos negativos sobre sí mismo y su actuación, anticipación de resultados catastróficos, ausencia de concentración, bloqueo, baja autoestima) y motor (morderse las uñas, mover las piernas) que lleva a la persona con ansiedad social a realizar conductas de evitación (inventar excusas para no acudir a la situación, eludir la mirada de otras personas, hablar poco o susurrando) o de escape (irse antes de la situación, consumir algún tipo de droga) con el propósito de reducir dicha respuesta ansiosa.

 Aunque la ansiedad social y la timidez parecen estar muy próximas y correlacionar, tal como indican Caballo et al. (2018),  se pueden constatar diferencias importantes entre ambos constructos, puesto que existen personas tímidas que nunca van a desarrollar un trastorno y personas con ansiedad social que no han sido tímidas en períodos tempranos de su vida.

 Como señalan Zimbardo y Radl (1985), una gran mayoría de individuos presentan un determinado nivel de timidez que supone un mecanismo natural de defensa. Esta cautela se incrementa ante personas o situaciones desconocidas con el fin de poder dilucidar el modo más conveniente de actuar en ese momento concreto. Por tanto, podría afirmarse que no es extraño mostrarse tímido en alguna situación, siendo la timidez una experiencia universal que todas las personas han sentido en algún momento (Monjas, 2000). 

 El malestar e inhibición en presencia de otros es más acentuado y causa un deterioro a nivel social, académico y laboral clínicamente significativo en las personas con ansiedad social.

 La ansiedad social, si no se trata, tiende a cronificarse, sin embargo, la timidez puede desaparecer espontáneamente con el paso del tiempo.

 En los niños y adolescentes con ansiedad social emociones adaptativas, como el miedo o la ansiedad, que informan a las personas de una posible amenaza real, las preparan para la acción, las ayudan a tomar decisiones útiles para su supervivencia y cumplen una función social, se vuelven patológicas dada su intensidad, su persistencia y la interferencia que originan en diversas áreas vitales. 

 Aspectos vinculados a la competencia emocional, como pueden ser la identificación y reconocimiento de las emociones propias y ajenas o la regulación y el manejo adecuado de las mismas, parecen desempeñar un papel importante en la etiología y mantenimiento de la ansiedad social (Dryman y Heimberg, 2018). Las personas con ansiedad social valoran la experiencia y expresión de emociones intensas como una amenaza, prefiriendo suprimir sus respuestas emocionales en las situaciones sociales y, habitualmente, presentan déficits en la regulación emocional. Todo ello se traduce en un funcionamiento social menos exitoso, relaciones más pobres y escasas, menor bienestar psicológico, peor salud física, menor autoestima y apoyo social más deficiente (Helbig‐Lang, Ruschh y Lincoln, 2015).

  Por tanto, el aumento de la conciencia emocional de las emociones propias, el incremento del reconocimiento de las emociones de los otros, el logro de una expresión emocional adecuada, la aceptación y comprensión de las emociones propias y ajenas, así como la adquisición de estrategias de regulación emocional adaptativas pueden contribuir a un mejor funcionamiento psicosocial y emocional, evitando, de este modo, que niños y adolescentes que presentan riesgo o con niveles de ansiedad social subclínica lleguen a desarrollar un trastorno.

 Los enfoques que han mostrado eficacia en distintos trastornos de ansiedad, entre los que se incluye la ansiedad social, son la terapia cognitivo-conductual y el mindfulness o prácticas de atención plena (Borquist-Conlon, Maynard, Brendel, y Farina, 2019; Farchione et al., 2012). La intervención que empleamos en Clínica Centro aúna ambos enfoques. Por un lado, enseñamos a los niños y adolescentes a identificar, expresar y aceptar sus emociones junto con habilidades sociales y de comunicación para enfrentarse a diferentes situaciones sociales. Y, por otro lado, empleamos el mindfulness para ayudar a los menores a conocerse mejor a sí mismos y sus emociones, buscando desarrollar un autoconcepto positivo y una autoestima alta. Sin embargo, nuestro trabajo no se limita a los niños y adolescentes, también asesoramos a madres y padres para que ayuden a sus hijos a gestionar estos problemas desde un enfoque positivo y centrado en las fortalezas familiares. El trabajo conjunto de profesionales y progenitores es fundamental para lograr el bienestar psicológico y emocional de los niños y adolescentes, así como su crecimiento personal y  un desarrollo adaptativo y saludable.

BIBLIOGRAFÍA
American Psychiatric Association (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders.DSM-5. Arlington, VA: Author. 
Beesdo‐Baum, K., Knappe, S., Fehm, L., Höfler, M., Lieb, R., Hofmann, S. G., y Wittchen, H. U. (2012). The natural course of social anxiety disorder among adolescents and young adults. Acta Psychiatrica Scandinavica, 126(6), 411-425.  doi:10.1111/j.1600-0447.2012.01886.x
Borquist-Conlon, D. S., Maynard, B. R., Brendel, K. E. y Farina, A. S. (2019). Mindfulness-based interventions for youth with anxiety: A systematic review and meta-analysis. Research on Social Work Practice, 29(2), 195-205. doi:10.1177/1049731516684961.
Caballo, V. E., Salazar, I. C., Garrido, L., Irurtia, M. J. y Hofmann, S. G. (2018). Programa de intervención multidimensional para la Ansiedad Social (IMAS): Libro del terapeuta. Madrid: Pirámide. 
Dryman, M. T. y Heimberg, R. G. (2018). Emotion regulation in social anxiety and depression: a systematic review of expressive suppression and cognitive reappraisal. Clinical Psychology Review, 65, 17-42. doi:10.1016/j.cpr.2018.07.004.
Farchione, T. J., Fairholme, C. P., Ellard, K. K., Boisseau, C. L., Thompson-Hollands, J., Carl, J. R., ... Barlow, D. H. (2012). Unified protocol for transdiagnostic treatment of emotional disorders: a randomized controlled trial. Behavior Therapy, 43(3), 666-678. doi: 10.1016/j.beth.2012.01.001. 
Helbig‐Lang, S., Rusch, S. y Lincoln, T. M. (2015).Emotion regulation difficulties in social anxiety disorder and their specific contributions to anxious responding. Journal of Clinical Psychology, 71(3), 241-249. doi:10.1002/jclp.22135.
Monjas, M. I. (2000). La timidez en la infancia y en la adolescencia. Madrid: Pirámide.
Zimbardo, P. G. y Radl, S. (1985). El niño tímido. Buenos Aires: Paidós.
 

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